[vc_row][/vc_row][vc_column][/vc_column][vc_column_text]En la actualidad, los traslados por trabajo a vivir a otro país están a la orden del día. La globalización nos ha enfrentado con esta nueva realidad que nos hace estar hoy en un lugar y mañana en otro.
La expatriación nos enfrenta a una situación de cambio constante en la que se ponen en juego muchas emociones y por, sobre todo, un desafío de autoconocimiento y adaptación.
Me gusta decir que vivir en el exterior es un camino obligado a nuestro interior. Es un proceso que tiene su tiempo. Es importante saber que pasaremos por una serie de estados anímicos que se relacionan con el paso que hacemos de vivir en un mundo conocido a otro que nos es totalmente desconocido. En este paso se pone en juego nuestra identidad más profunda.
Lo más importante, y que, siempre recomiendo, es prepararse antes. Cuanto más nos informemos, sobre lo que nos vamos a encontrar, más nos ayudará a buscar los recursos necesarios para enfrentar estas etapas. Cada cual hará este viaje a su tiempo y a su modo y esto es indispensable que sea respetado.
- Los miedos, que aparecen al pasar el umbral de lo conocido, pueden producir parálisis si no estamos informados sobre los cambios a los que nos enfrentaremos. Esos cambios tienen que ver con el idioma, fundamental herramienta a la hora de partir, con los hábitos culturales nuevos, que es muy importante conocer para no sentirse agredido por las distintas costumbres sutiles y profundas con las que nos encontraremos. Esto ayuda a no sentir esa rareza tan típica del primer momento relacionada con la dificultad de sentirnos diferentes.
- Otro miedo es a la soledad. La expatriación es una oportunidad de encontrarnos con ese aspecto del ser humano. La soledad que implica el estar rodeado por personas desconocidas y sin referentes para todo. Por eso poder relacionarse antes de partir con gente expatriada, que ya vive en el destino para que nos den una mano, o con gente local con quien poder relacionarnos, colaborará a aplacar esta dificultad.
- La información previa es también un punto importante. Si bien no podremos abarcar todo, buscar todos los datos de lo que necesitamos saber con antelación, ayuda a bajar el stress. Barrio donde vivir, lugar donde hacer las compras, qué comer, a que colegio mandar a nuestros hijos, donde estudiar el idioma, como moverse, cual es el sistema de salud, el sistema bancario etc.
- Otro choque puede ser también el clima o la situación política del lugar adonde vamos, la seguridad de la gran ciudad o pequeña población y como cuidarnos. Dejar todo esto dentro de un cono de sorpresa puede también llevarnos a una situación de vulnerabilidad grande.
- La tristeza es una emoción que acompaña durante un tiempo al que parte. Y luego se puede convertir en nostalgia si no la escuchamos. Hay que aprender a vivir con ella porque es parte de esta experiencia. Los seres queridos que quedan en el país de origen, las costumbres, hábitos de comida, amigos son cosas que quedan en la lejanía y es lógico que se extrañen. Pelearse con esto no colabora. Es así. Pero también habla de nuestro apego a los afectos. El apego no nos hace libres, por lo tanto, aprender a convivir con esta distancia ayuda a descubrir que el verdadero amor no tiene fronteras. Hoy en día con los medios de comunicación y redes podemos permanecer en contacto con lo que hemos dejado lejos, lo que también tiene la desventaja de atrasar el arraigo y que este constante estar unido a las raíces no nos ayude a abrirnos a lo nuevo.
- En caso de partir en familia, este proyecto necesita ser tomado como un proyecto familiar. Es fundamental que las parejas de los responsables del traslado elijan partir. Que sientan que esto es un proyecto de a dos y que esta experiencia no será exitosa si alguno se siente que ha partido a la fuerza. Esto genera culpas y esta emoción no ayuda en absoluto. El que siente culpa se siente responsable de todo lo que le pasa al entorno y esto quita a las demás personas la oportunidad de hacerse cargo de la búsqueda de sus propios recursos para adaptarse y, además, la posibilidad de abrirse a lo nuevo. Buscar un espacio propio, dentro del proyecto en común, también colabora a sentir que cada uno va llenando su valija con aprendizajes personales, reinventándose en un nuevo proyecto de trabajo o de crecimiento personal o profesional.
- Los hijos, si son niños, normalmente no pueden elegir ir o quedarse. Pero sí pueden elegir algo que los haga sentir que también son parte de este cambio. Es muy importantes hablar con ellos, explicarles adonde irán, mostrarles fotos, poner luz a sus temores que no siempre son los que nosotros pensamos o tenemos. Dar lugar a las lágrimas por lo que tienen que dejar, a los enojos por sentirse un poco avasallados. Ellos también tienen que duelar eso para poder “entrañar” lo que han dejado y lo que irán adquiriendo. Acompañar, sin juzgar, y colaborar para que cada uno vaya abriendo los ojos a lo nuevo. Si los padres no saben hacerlo difícilmente los hijos lo hagan, porque no tienen el ejemplo por delante de cómo se enfrenta un desafío.
- La comunicación es fundamental para evitar que haya un emergente familiar que exprese, a través de sus comportamientos, lo que no está siendo hablado. Ahí surge el rebelde, el deprimido o desganado, el que vive enojado etc. Cuando eso sucede está hablando de falta de palabra para lo que está sucediendo en todo el grupo familiar. Por mirarlo como el problemático el resto no ve lo que le está sucediendo a cada uno en su interior y proyecta en él esos silencios. Busca ayudarlo mirándolo como el inadaptado y se priva de generar un equilibrio energético grupal donde la palabra colabora para que todos puedan ayudarse entre ellos. Cuando este tipo de problemas existe, antes de partir, se agudiza al llegar, porque la vulnerabilidad que se adquiere en los primeros tiempos no ayuda. Muchas veces ponemos en el afuera la causa de nuestra insatisfacción y pensamos que partiendo eso cambiará. En la primera etapa de enamoramiento parece que eso sucede, pero a la larga, lo que creímos dejar lejos, volverá a florecer y quizás agravado.
- Por eso es que informarse y pedir ayuda es tan importante. Una vez que hemos atravesado este tiempo de dificultad comienza una curva ascendente donde empezamos a ver que, a pesar de haber perdido algo, puedo ganar otra cosa. La apertura, la flexibilidad, la estabilidad son condiciones que merecen ser ejercitadas para que, desde el cuerpo, podamos ir equilibrando el mundo emocional que se ha puesto en enorme movimiento. Finalmente, sin darnos mucha cuenta, comenzaremos a sentirnos parte de este nuevo mundo, logrando una adaptación que, sin duda, integrará todas estas sensaciones internas aprendiendo a vivir con los opuestos dentro de nosotros, sin negar lo que nos pasa, pero, también, habiendo logrado armar una caja de herramientas que colabore a esta armonía tan deseada. De esta manera esta experiencia podrá convertirse en una enorme oportunidad de crecimiento personal, profesional y por sobre todo familiar.
Mária Berardi
Counselor y coach ontológico especializada en procesos de desarraigo y adaptación cultural
www.mariaberardi.com
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